El ser humano posee diferentes mecanismos para nutrirse tanto a nivel energético como espiritual. Nuestro organismo esta capacitado para absorber energía de formas muy distintas: el alimento que consumimos, el aire que respiramos, la información que manejamos, el entorno que nos rodea y los seres vivos que frecuentamos tanto personas como animales…
La facilidad con la que nos dejamos influir en la 3ª dimensión e incluso otras, aunque no seamos conscientes, nos afecta directamente a nuestras costumbres y a nuestra percepción de lo que vulgarmente conocemos como nuestra “realidad”.

Del mismo modo que vemos a alguien bostezar y nos contagia, las emociones humanas están destinadas a gobernar nuestra existencia a menos que despertemos. El miedo, la tristeza, el abatimiento y la desesperanza puede dominar nuestras vidas, siempre y cuando adoptemos un estilo de vida automatizado sin pensamiento propio ni criterio alguno.
Cuando tomé consciencia como adolescente de mi revolución hormonal y observé como mi estado de animo mejoraba a cada intercambio sexual comprendí la importancia de nuestra energía vital. Avisada previamente por el diario personal de mi madre empecé a entrenarme en el año 2010 preparándome para el desastre que se avecinaba y que por desgracia se cumplió con la dichosa pandemia.
Inicié una transformación personal abandonando viejas costumbres en las cuales era una esclava del sistema: desde un consumismo excesivo hasta la exposición a personas que, como yo se dejaban arrastrar por el vacío que les consumía. Dejé atrás amistades, vicios y rutinas que no me aportaban nada positivo para cambiarlos por mi conexión con la naturaleza y reduciendo mi circulo de amistades o simplemente disfrutando de mi propia compañía.
Atravesé momentos duros pero mi propósito tuvo buenos resultados, mientras unos disfrutaban de los placeres terrenales sin cuestionarse su forma de vida, otros trabajábamos en nuestra búsqueda espiritual despertando y corrigiendo todo cuanto nos apegaba a la matrix.
Llegó el confinamiento y lo que para los demás era un suplicio difícil de llevar para mí no supuso ningún trauma. Todos mis conocimientos adquiridos a lo largo de estos 10 años de reclusión fueron la base con la que empecé a practicar mis sesiones terapéuticas de forma privada aportando un grano de esperanza a aquellos que, de forma abrupta estaban sufriendo aquel arresto domiciliario.

Aunque la batalla todavía no ha finalizado, y algunos no han resistido el ataque abandonando este mundo, muchos están despertando y preguntándose si lo que hemos vivido realmente ha sido fruto de un virus o de una estrategia para reducir la población. Ahora más que nunca es conveniente mantenerse informado, mas sobre el bienestar general de nuestro cuerpo que de los medios de comunicación que aparte de inculcar el miedo social no exponen ninguna solución efectiva para el supuesto virus que nos ataca…